28.5.06

ix - gato viejo

Usa el pelo cortito, con gel y lleno de reflejos amarillentos y deslucidos que no logran disimular sus contundentes cuarenta y pico. Su caótico sentido de la estética la lleva a vestir combinaciones que rozan la ilegalidad. Compra accesorios compulsivamente, con aires de condesa pero cuidando hasta el último centavo. Puede pasar veinte minutos delante del espejo, mirando con cara de entre asco e indecisión los dos collares más horrendos del local, escrutando celosamente cuál de los dos le combina mejor con sus aros de clip y el celeste pastoso con el que se pintó a brocha gorda los ojos. A una distancia temerosa y prudente, uno de los chonguitos que lavan el pelo en su peluquería, quince años más joven, suerte de asistente, lacayo y amante, no se atreve a emitir comentario, por pánico a dar la impresión inadecuada y desatar la furia de su madama. Se limita a sostenerle el abrigo de vinílico que con una reverencia ridícula le quitó de los hombros al entrar, y a seguirla como un perro en celo, acumulando en las manos temblorosas las cadenas y pulseritas que con desgano ella va recolectando de los exhibidores.
Se lleva puesto el collar más barato, que paga con tarjeta en dos cuotas, y se va sin saludar, escoltada por el muchachito que con suma torpeza intenta ponerle el abrigo a pasitos cortos y rápidos, antes de que su ama llegue a la puerta y el frío castigue su endeble cuerpito de reina mustia.

25.4.06

viii - de la familia

La familia tipo es así.
En los buenos momentos, en los éxitos, en la prosperidad: "Mi hijo se recibió"; "Ascendieron a mi hija"; "El nene me salió campeón con el equipo"
Pero en las malas, en los momentos de histeria, en los contratiempos: "tu hermana (su hija) llega siempre tarde"; "tu madre (su mujer) gasta lo que no tiene"; "tu padre (su marido) siempre quiere tener la razón"; "esta/e pendeja/o (su hermana/o) hace simpre lo que quiere"; "no sé de dónde saca esas ideas tu hijo (y el suyo).
El problema más insignificante puede licuar la sangre más espesa. Pero no es maldad. Es casi una forma inevitable de comportamiento: la tentación de tirar la primera piedra. Aun así, cada familia es, en verdad, un mundo, y cada integrante una pequeña nación que, de vez en cuando, declara una guerra sutil y dialéctica, con aliados, traidores e intermediarios.

hijo: mamá, quiero comprarme un amplificador de cincomil pesos.
madre: estás loco. No tenemos esa plata, y vos mucho menos.
hijo: ¡pero lo sacan con la tarjeta y yo pago las cuotas! Es el mejor que hay...
madre: pero debe haber buenos y más baratos. Cincomil es una locura, tu padre nunca va a aceptar, y yo no estoy de acuerdo tampoco...
hijo: pero...
madre: y punto.

luego, a la noche, en la alcoba matrimonial:

madre: Hijo necesita un amplificador de cincomil pesos.
padre: ni en pedo. Que vaya a laburar.
madre: pero se lo podemos sacar con la tarjeta y el pagaría las cuotas. Es el mejor que hay, sin eso no podría tocar, se frustraría, y la terapia nos costaría mucho más...

Hijo recibe al mes siguiente su amplificador de cincomil pesos.

20.4.06

vii - de un mensaje recurrente

El microcentro está lleno de locos. Miren bien, están por todas partes. No hablo de los locos de trajecito y celular. Hablo de los otros, de los perdidos. De los que alguna vez fueron alguien y ahora no son absolutamente nada. Son los animales salvajes del centro, son los residuos de la guerra cultural. Andan en trance, atormentados por los fantasmas que los despojaron de todo. A veces se corta el rugido del tránsito y la voz del loco hace eco entre el cemento. Siempre son puteadas; los locos putean a todo lo que se cruzan. Los ignoran, los ningunean, pero ellos nos avisan a nosotros que somos los futuros locos. Son locos apocalípticos, gente muerta que a los gritos nos está advirtiendo algo.