28.5.06

ix - gato viejo

Usa el pelo cortito, con gel y lleno de reflejos amarillentos y deslucidos que no logran disimular sus contundentes cuarenta y pico. Su caótico sentido de la estética la lleva a vestir combinaciones que rozan la ilegalidad. Compra accesorios compulsivamente, con aires de condesa pero cuidando hasta el último centavo. Puede pasar veinte minutos delante del espejo, mirando con cara de entre asco e indecisión los dos collares más horrendos del local, escrutando celosamente cuál de los dos le combina mejor con sus aros de clip y el celeste pastoso con el que se pintó a brocha gorda los ojos. A una distancia temerosa y prudente, uno de los chonguitos que lavan el pelo en su peluquería, quince años más joven, suerte de asistente, lacayo y amante, no se atreve a emitir comentario, por pánico a dar la impresión inadecuada y desatar la furia de su madama. Se limita a sostenerle el abrigo de vinílico que con una reverencia ridícula le quitó de los hombros al entrar, y a seguirla como un perro en celo, acumulando en las manos temblorosas las cadenas y pulseritas que con desgano ella va recolectando de los exhibidores.
Se lleva puesto el collar más barato, que paga con tarjeta en dos cuotas, y se va sin saludar, escoltada por el muchachito que con suma torpeza intenta ponerle el abrigo a pasitos cortos y rápidos, antes de que su ama llegue a la puerta y el frío castigue su endeble cuerpito de reina mustia.